Fucsia es el color de los tejidos latinoamericanos. El tinte se obtiene de un insecto autóctono de América Latina, y del naranja al marrón vira a múltiples tonalidades de rojo pasando por un exclusivo rosado intenso. Colón lo llevó a Europa como prueba de la otredad de este continente. Fucsia fue el color con el que Frida Kahlo shockeó a Elsa Schiaparelli. Fucsia es identidad 100%. PIENSA EN FUCSIA
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jueves, 11 de junio de 2015

Neocolonial + precolombino = Casa Museo Ricardo Rojas

 
 
Cuando Coqui se va, yo bailo como un ratón cuando el gato no está. Entonces quiero mostrarles este museo, que fue vivienda permanente de un historiador y literato relevante y siempre me llamó la atención. Primero desde la calle, porque su fachada es totalmente distinta de los edificios de más de diez pisos que hoy la rodean. Y después porque su interior es tan bello como singular. Por eso, sin más trámites, allá vamos:
 
 
 
 
 La casa fue encargada por un raro investigador y escritor argentino, Ricardo Rojas, a un amigo, el arquitecto Angel Guido ( el autor del monumento a la Bandera de Rosario). Guido adhirió a la concepción estético política que Rojas trató de conceptualizar y llamó Amerindia, y se transformó en un fan del estilo neocolonial precolombino, movimiento estético que duró poco (1921-1929) aunque produjo gran revuelo sobre todo en América del Sur. Esta casa, una de las más destacadas del indoamericanismo, data de 1927.
 
 
Ubicada en el barrio de Palermo, antiguo arrabal de la entonces ya orgullosa y cosmopolita Buenos Aires, su frente copió el de la "Casa de Tucumán" donde en 1816 se declaró la independencia nacional. Entre idealista y exótica, la construcción refleja un mestizaje cultural sin negación de lo europeo, mestizaje con que se estaba planificando la República.
La planta baja de la casa responde a la "casa-palacio" de las familias acomodadas sevillanas, que organizaban el espacio y las habitaciones en torno a un patio que revalorizó la tradición musulmana de la fuente central. Como Argentina no tenía una impronta arquitectónica original notable, se fueron a buscar las raíces precolombinas, que conformarían la parte autóctona de este estilo, a Perú.
Quizás por eso, luego de la puerta cancel hay un zaguán y un patio arequipeño de recepción que no tiene nada que envidiarle al de la Iglesia de la Compañía, en Arequipa.


Patio mayor de la Iglesia de la Compañía en Arequipa, Perú.

Siguen una sala colonial, un patio español y un comedor, una fabulosa biblioteca incaica y el escritorio de Rojas. En el piso superior hay otra biblioteca, una salita íntima y el dormitorio.
El resultado final se parece más a una biblioteca personal que una casa, o de algún modo a un enorme y compartimentado cuarto propio y no obstante, podría decirse que es el patio arequipeño con su encantador jardín el corazón de la casa, ahora restaurado con las plantas autóctonas del proyecto original.
 

 
Portón, reja, patio configuran el eje visual perspectivo de espacio. La reja de hierro forjado que da paso desde la entrada al jardín esta coronada por un jarrón con flores, réplica del otro más importante que desde el fondo preside el frontispicio del patio arequipeño. El motivo geométrico que se reproduce en la reja repite la forma geométrica de la fuente central, que por supuesto es arabesca:
 



 
 Para la decoración del frontispicio, el arquitecto constructor se inspiró en la fachada de la Iglesia de San Ignacio de Potosí, Perú.  En ella bundan los elementos típicos del estilo barroco-americano que predominó durante la época colonial española: sirenas que rasgan charangos -típico instrumento musical andino-, plantas, frutos y flores de piedra, aborígenes y símbolos milenarios de las cosmogonías indígenas que el escritor consideró filosóficamente dignas antes que nadie y se propuso fusionar con elementos europeos para una refundación de la cultura argentina. La construcción refleja su mayor creación literaria: Eurindia, donde la emoción de América aborigen dialoga con la técnica de Europa. 
 
 
  
 
 
 

 En dirección ascendente se hallan los frutos de la tierra: el zapallo, la margarita y la flor de la kantuta. Luego hay dos columnas coronadas por dos cabezas aborígenes y frisos con flores incaicas.


 
 El personaje de este friso ostenta un rostro de rasgos autóctonos.
 




A lo largo de la fachada central, bordeando las ventanas, los frisos de flores de cuatro pétalos en diagonal son una representación precolombina y podrían interpretarse en la cosmogonía incaica como el centro del que emana el mundo terrestre en las cuatro direcciones.


 
La galería lateral que conduce al sitio más carismático de la casa: la Biblioteca Incaica.
 

 
 

 
 
 
Como en los patios de la ciudad peruana de Arequipa, la cosmogonía inca se imprime en cada  
pilastra de la galería perimetral. Máscaras aborígenes, mazorcas, quetzales, flores y soles se entrelazan con las simétricas volutas de los zarzillos vegetales. Pero a diferencia del patio arequipeño, cuyo modelo es el patio romano con galerías, fuentes y arcos de medio punto, este se combina con el patio musulmán, lleno de plantas, flores y perfumes, que emulan el paraíso terrenal.
 



 
Un busto del dueño de casa, Ricardo Rojas, 
custodia silenciosamente la casa desde el fondo del jardín.
 


 
 
Volviendo al interior de la casa, la sala española nos recibe para pasar hacia el colorido patio español. Piso cerámico rojo, rejas de hierro forjado estilo sevillano y mosaicos andaluces:

 
 
 
 
Educador y hombre de letras, Ricardo Rojas vivió aquí desde 1929 hasta su muerte en 1957. Creador de la primera cátedra de Literatura Argentina en la Universidad, fue poeta, ensayista y maestro con doctrina propia. Sus escritos comprenden ensayos, trabajos eruditos, monografías, obras teatrales y poemas que se nutren en el diálogo de lo europeo con lo americano, en particular con la América indígena.
 
 
 
 
 Aquí vemos el pasillo cuyo techo reproduce los arcos típicos de las construcciones antisísmicas de Arequipa. Al fondo se ve la entrada a la biblioteca . La escalera lleva al dormitorio del escritor.
 
 
 
El dintel de la puerta de acceso a la Biblioteca Incaica es una imponente alegoría del templo de Tiahuanaco, en Bolivia: tallados en madera 48 seres alados con cetros en forma de cóndor  apuntan hacia la figura principal del centro,  Inti, el sol de Tiahuanaco. Este reúne los rasgos de hombre y de jaguar, de sol y de serpiente. De sus ojos caen lágrimas y como rayos salen de él cabezas de jaguares impactandonos con la majestuosidad de los símbolos.




Un gran friso superior bordea toda la biblioteca. En él hay dragones enfrentados, o felinos, un motivo muy presente en las vasijas incaicas. También esta el sol lloroso franqueado por dragones, figuras que podrían representar la tormenta y las lágrimas del astro la lluvia.


 


 
 
 
 
La repisa de la chimenea esta sostenida por dos ídolo tiahuanaquenses de yeso. Y empotradas en la pared, hay ocho bibliotecas en cuyo marco superior se observa mismo el signo escalonado de la tierra que tiene la chimenea.

 



 




  
 





 
Ricardo Rojas fue polémico, pero original, con una mirada viva, con inquietudes que lo llevaron a profundizar en las culturas originales de América del Sur. Su casa es el testimonio vivo de la dedicación con que se volcó a entender y estudiar la identidad autóctona, el mestizaje, y a preservar los elementos autóctonos del avasallante colonialismo europeo.